Nuestros hijos crecen rápidamente y, a menudo, pantalones, camisetas, abrigos… se quedan pequeños sin apenas un roce. Ropa usada que está como nueva, que pasa de unos hermanos a otros, que regalamos a los hijos de nuestros amigos y a su vez recibimos de otros con agrado. Pero, ¿qué pasa cuando se trata de zapatos? En estos casos, si queremos evitar que sus pies se deformen, es mejor rechazar ciertas “herencias”.